Las
celebraciones cristianas de Diciembre y Enero siempre han tenido un
considerable peso cultural y religioso en nuestro medio, siendo que la frase de
augurio “Felices Fiestas” se refiere conjuntamente a Navidad, Año Nuevo
y Adoración de los Reyes Magos. Las tres constituyen un ciclo que comienza con
el advenimiento del Cristo Encarnado a la tierra (Natividad) hasta su
manifestación al mundo (Epifanía o Adoración de los Reyes Magos).
Durante siglos, estas 3 fiestas se
celebraron de manera muy diferente a cómo la penetración cultural estadounidense
de los últimos años impuso ciertas
costumbres en el Río de la Plata. Valgan como ejemplos ciertas fiestas transplantadas
y de dudosa afirmación de valores, como Halloween o Noche de Brujas, adoptada
sobre la base de ciertas películas y series bizarras que jamás ganarían premio alguno en
un concurso cinematográfico medianamente serio.
LA NAVIDAD ARGENTINA ó NACIMIENTO DEL “NIÑO DIOS”
De las 3 fiestas mencionadas, la “fiesta
criolla” por antonomasia es la Navidad, Natividad de Jesús Cristo ó Nacimiento del Niño Dios. La Navidad criolla no guarda relación alguna con las figuras de Papá
Noel o Father Christmas (“Padre Navidad”),
de los renos tirando del carro o de los pinos cubiertos de nieve. En las mesas
de campo tampoco se servía Pan Dulce o turrones de altas calorías más propios del
Invierno boreal, ni se adornaban los frentes de las casas con luces coloridas.
Estas costumbres no son autóctonas, sino que se generalizaron a partir de los
años 40 merced a la fuerte influencia de la pantalla de plata estadounidense.
En nuestra campiña, la “Navidad criolla”
cumple un importante rol en la unidad de la familia y la afirmación de los
buenos lazos entre la comunidad, pues es el tiempo de olvidar las diferencias y
“amigarse”. No se veía con muy buenos ojos a quien en estas fechas abandonaba
su chacra y a sus vecinos para viajar a algún destino turístico, salvo que allí
vivieran sus parientes. En las localidades rurales y pueblos del interior es
común que en la Noche Buena del 24 de Diciembre se arme una larguísima mesa con
tablones y caballetes en la calle principal o frente a la Parroquia (a menudo,
calles de ripio a las que se remoja previamente para no levantar polvo), donde
todo el vecindario esperará conjuntamente la Navidad que comenzará a Medianoche.
Asimismo, el centro de la Navidad
criolla es el Pesebre, que simboliza el nacimiento
del “Niño Dios”, como llaman nuestros hombres de campo a Jesús de Nazareth. En
cuanto al árbol navideño criollo, el lugar protagónico lo ocupa la Higuera, y de ninguna manera el pino
nevado, pues en esa fecha en el Hemisferio Sur ya estamos en verano. Si en la casa no hay Higuera, el árbol más importante del
predio ocupará su lugar: un Chañar, un Algarrobo, un Sauce, un Álamo, un
Aguaribay, el fiel Ombú, etc. En sus
ramas se cuelgan quesos de cabra; tortas de miel de caña de azúcar;
pasas de higos, zapallos y otras frutas disecadas; patay (tradicional torta de
harina de algarrobo); arrope de tuna, chañar o algarroba (dulce espeso sin
azúcar, de sabor parecido al Kero); pequeñas bolsas de nueces, etc. A la medianoche, luego de los saludos de
alegría por el natalicio del “Niño Dios”, todos se dirigen a la Higuera o al
árbol principal de la casa y hacen una ronda a su alrededor. La ronda comienza
a girar y cuando ésta se detiene se descuelgan los “regalos” que penden sobre
la cabeza de cada uno de los festejantes. En ciertas regiones, es costumbre
adornar la Higuera con cintas largas, cuyas puntas serán asidas por cada uno de
los celebrantes a fin de enredarse con el árbol durante la ronda.
Una vez recogidos los “regalos” de la
Higuera, cada familia sale a visitar a sus vecinos y a cantar villancicos ante
su Pesebre, rito fundamental de la recién llegada Navidad. A veces, se visitan
Pesebres hasta bien entrada la madrugada. También se cantan coplas y tonadas
folklóricas. Originalmente, la caña, la ginebra y la hesperidina, a los que se
agregó posteriormente el vino de uva negra o tinto, eran bebidas obligadas de este ritual. Esa
costumbre no se ha perdido, pues no solo ayudan a digerir los cuantiosos
convites que el visitante recibirá de casa en casa, sino que además “sueltan la
lengua” y permiten comunicarse y permanecer
de buen ánimo durante toda la noche.
EL AÑO NUEVO
El Año Nuevo que actualmente se festeja en Occidente
sigue el Calendario Gregoriano, que tiene su primer antecedente en el calendario
de 12 meses promulgado en el año 46
a . C. por Julio César (calendario Juliano). César
encarga al matemático y filósofo Sosígenes de Alejandría la reforma de las precarias
calendas Romanas, quien establece un nuevo calendario según las revoluciones solares.
Este se iniciaba en Enero, mes
consagrado a Jano, dios de los Comienzos y Finales. No obstante, los calculos
de Sosígenes se fueron mostrando erróneos con el correr de los siglos, llegando
a acumular un desfase de 10 días hacia finales del siglo XVI. La Cristiandad fija
el Domingo de Pascuas de Resurrección siguiendo el relato evangélico, que cae el domingo siguiente a
la luna llena del mes de Nissan del Calendario Hebreo. Considerando la firmeza
de esta fecha, las incorrecciones del calendario de Julio César también desajustaban las datas de las restantes celebraciones cristianas.
En consecuencia, el Papa
Gregorio XII encomienda al jesuita Christopher Clavius,
el “Euclides del siglo XVI”, un calendario definitivo que armonice el
año litúrgico con el año trópico, el que finalmente se promulga en 1582.
FIESTA DE LA EPIFANÍA O ADORACIÓN DE LOS REYES MAGOS:
El Año
Nuevo gregoriano es casi una prolongación de la dicha de Navidad. No obstante,
el 6 de Enero o Día de la Adoración de los Reyes Magos constituye un importante momento para la cristiandad, el cual se
celebra como la Fiesta de la Epifanía (“Manifestación”), conmemorando el momento en que las diversas naciones reconocieron al
“Niño Dios”.
Según el
Evangelio de San Mateo, los “magos” Melchor, Gaspar y Baltazar (sabios y
astrónomos caravaneros que habrían llegado de Tarso, Arabia y Saba) fueron guiados por una estrella hasta el “Rey
de los Judíos”, se postraron ante el niño recién nacido para adorarlo y lo
obsequiaron con cofres de Incienso, Oro en polvo y Mirra, valiosas sustancias
que se echaban al fuego a fines de oración y alabanza. De allí la costumbre de
festejar y hacer regalos a los niños ese día. En el siglo III d. C. el
apologista Tertuliano transformó a los “magos” en “Reyes”, debido a la mala
fama que poseían las doctrinas del mundo persa en esos años de cristianismo
floreciente. En cuanto a la
estrella-guía, Johannes Kepler propuso en 1606 que ésta fue un efecto de la rara
triple conjunción de la Tierra con los planetas Júpiter y Saturno, mientras el
Sol pasaba por la constelación de Piscis , acontecimiento que él dató en el
año 7 a .C.,
lo que adelantaba algunos años el natalicio de Jesús de Nazareth.
Como quiera que sea, el 6 de Enero de cada
año gregoriano continúa siendo un feliz día para los niños, la “Estrella de Belén”
sigue presidiendo higueras y árboles y las “roscas de Reyes” son tan vendidas como siempre.
Dado que la iconografía cristiana
representaba a Baltazar como el “rey negro”, las comunidades afroamericanas de
ambas orillas del Plata celebraron durante siglos esta fecha como la “Fiesta del Rey San Baltazar”. Las calles y
las puertas de las casas se adornaban con guirnaldas rojas con festón dorado
(los colores de su manto), y los sones de los tamboriles junto a la algarabía
de los candombes se adueñaban de las calles durante todo el día. Aunque discutidas al principio, estas bulliciosas celebraciones fueron bien vistas por las autoridades virreinales y eclesiásticas del Río de La Plata por considerar que conmemoraban los cantos y danzas del Rey David, al punto que en el año 1772 el Arzobispo de Buenos Aires autorizó la creación de la "Cofradía de San Baltazar y las Ánimas" para los negros, mulatos e indios. La fiesta del
Rey San Baltazar aún se celebra en parte de nuestro Litoral Argentino y en toda
la República Oriental del Uruguay.
En nuestra tierra criolla, especialmente
en los conurbanos y campiñas, el día de la Adoración de los Reyes Magos posee
un encanto adicional para los niños: la preparación, durante la noche previa,
del “pasto” y los recipientes con agua para alimentar y abrevar a los Camellos
sobre los que vendrán los “Reyes” trayéndoles sus regalos. A estos trajinados
viajeros también se les “prestará” el mejor par de zapatos, los que se
acomodarán prolijamente al lado del agua y el forraje. Difícilmente exista en
nuestra tierra un adulto que no recuerde con feliz nostalgia los ingentes
esfuerzos de sus padres para lograr que se durmiera y no “espiara” a los reyes
a fin de no enojarlos, ni la alegría matinal al encontrar los regalos (no
siempre los que uno había pedido) junto
a los zapatos, el balde semivacío y un grandguiñol de césped disperso por todo
el patio como clara señal de cuán generosamente habían aceptado los camellos
tan considerado convite.
Obviamente, jamás se reparaba en las infaltables huellas de las
sandalias y pantuflas embarradas de los padres, plasmadas durante la rauda,
nocturna y difícil empresa de desparramar el forraje por doquier y de vaciar
baldes y palanganas hasta un nivel aceptable. Así, las primeras horas de la
madrugada del 6 de Enero siempre han representado un verdadero test de
virtuosismo para los padres, pues a la necesidad de adquirir una repentina
visión gatuna, velocidad de tigre e instinto de rastreador baqueano debían
sumar la percepción del indio “bombero”, vigilando en todo momento que el niño
no se despertara y descubriera, finalmente, quienes habían sido durante tantos
años “los Dos Reyes Magos”.
Prof. Alejandro Díaz Manzanelli
1) Retablo popular, de Rafeal Jijena Sánchez.
2) Cancionero Popular de Tucumán, Juan Alfonso Carrizo.
3) Cancionero Popular de La Rioja, Juan Alfonso Carrizo.
4) Cancionero Popular de Tucumán, Juan Alfonso Carrizo.
5) La Navidad y los Pesebres, Rafael Jijena Sánchez.
6),7), 8) Recogido en Catamarca por Carlos Villafuerte.
9) Recogida por Berta Elena Vidal de Battini en La Rioja y Córdoba.
A deshora de la noche
un gallo me despertó
con su canto tan alegre
diciendo: ¡Cristo nació! (1)
En el portal de Belén
hay un clavel encarnado
que por redimir al mundo
se ha vuelto lirio morado.(2)
Mamita María,
tatita José,
préstame el Niño
te lo adoraré;
mañana o pasado
lo devolveré. (3)
En el portal de Belén
hay estrella, sol y luna;
la Virgen y San José,
y el Niño que está en la cuna. (4)
De tanto gusto que tengo
voy a bailar, a bailar,
al ver que mi niño santo
ha nacido en el portal. (5)
Vamos pastorcillos,
vamos a Belén,
que en Belén acaba
Jesús de nacer. (6)
Vamos pastorcillos,
vamos a Belén,
a adorar al niño
que nació recién. (7)
Vamos pastorcillos,
vamos a Belén,
que Dios ha nacido
para nuestro bien. (8)
Que linda es la uva
que está en el parral
más lindo es el niño
que está en el altar. (9)
1) Retablo popular, de Rafeal Jijena Sánchez.
2) Cancionero Popular de Tucumán, Juan Alfonso Carrizo.
3) Cancionero Popular de La Rioja, Juan Alfonso Carrizo.
4) Cancionero Popular de Tucumán, Juan Alfonso Carrizo.
5) La Navidad y los Pesebres, Rafael Jijena Sánchez.
6),7), 8) Recogido en Catamarca por Carlos Villafuerte.
9) Recogida por Berta Elena Vidal de Battini en La Rioja y Córdoba.
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