lunes, 24 de diciembre de 2012

LA NAVIDAD CRIOLLA, EL AÑO NUEVO Y LA EPIFANÍA DE LOS REYES MAGOS


   Las celebraciones cristianas de Diciembre y Enero siempre han tenido un considerable peso cultural y religioso en nuestro medio, siendo que la frase de augurio “Felices Fiestas” se refiere conjuntamente a Navidad, Año Nuevo y Adoración de los Reyes Magos. Las tres constituyen un ciclo que comienza con el advenimiento del Cristo Encarnado a la tierra (Natividad) hasta su manifestación al mundo (Epifanía o Adoración de los Reyes Magos).

    Durante siglos, estas 3 fiestas se celebraron de manera muy diferente a cómo la penetración cultural estadounidense de los últimos años  impuso ciertas costumbres en el Río de la Plata. Valgan como ejemplos ciertas fiestas transplantadas y de dudosa afirmación de valores, como Halloween o Noche de Brujas, adoptada sobre la base de ciertas películas y series bizarras que jamás ganarían premio alguno en un concurso cinematográfico medianamente serio.

LA NAVIDAD ARGENTINA ó NACIMIENTO DEL “NIÑO DIOS”

    De las 3 fiestas mencionadas, la “fiesta criolla” por antonomasia es la Navidad, Natividad de Jesús Cristo ó Nacimiento del Niño Dios. La Navidad criolla no guarda relación alguna con las figuras de Papá Noel o Father Christmas (“Padre Navidad”), de los renos tirando del carro o de los pinos cubiertos de nieve. En las mesas de campo tampoco se servía Pan Dulce o turrones de altas calorías más propios del Invierno boreal, ni se adornaban los frentes de las casas con luces coloridas. Estas costumbres no son autóctonas, sino que se generalizaron a partir de los años 40 merced a la fuerte influencia de la pantalla de plata estadounidense.

      En nuestra campiña, la “Navidad criolla” cumple un importante rol en la unidad de la familia y la afirmación de los buenos lazos entre la comunidad, pues es el tiempo de olvidar las diferencias y “amigarse”. No se veía con muy buenos ojos a quien en estas fechas abandonaba su chacra y a sus vecinos para viajar a algún destino turístico, salvo que allí vivieran sus parientes. En las localidades rurales y pueblos del interior es común que en la Noche Buena del 24 de Diciembre se arme una larguísima mesa con tablones y caballetes en la calle principal o frente a la Parroquia (a menudo, calles de ripio a las que se remoja previamente para no levantar polvo), donde todo el vecindario esperará conjuntamente la Navidad que comenzará a Medianoche.  

         Asimismo, el centro de la Navidad criolla es el Pesebre, que simboliza el nacimiento del “Niño Dios”, como llaman nuestros hombres de campo a Jesús de Nazareth. En cuanto al árbol navideño criollo, el lugar protagónico lo ocupa la Higuera, y de ninguna manera el pino nevado, pues en esa fecha en el Hemisferio Sur ya estamos en verano. Si en la casa  no hay Higuera, el árbol más importante del predio ocupará su lugar: un Chañar, un Algarrobo, un Sauce, un Álamo, un Aguaribay, el fiel Ombú, etc. En sus  ramas se cuelgan quesos de cabra; tortas de miel de caña de azúcar; pasas de higos, zapallos y otras frutas disecadas; patay (tradicional torta de harina de algarrobo); arrope de tuna, chañar o algarroba (dulce espeso sin azúcar, de sabor parecido al Kero); pequeñas bolsas de nueces, etc. A la medianoche, luego de los saludos de alegría por el natalicio del “Niño Dios”, todos se dirigen a la Higuera o al árbol principal de la casa y hacen una ronda a su alrededor. La ronda comienza a girar y cuando ésta se detiene se descuelgan los “regalos” que penden sobre la cabeza de cada uno de los festejantes. En ciertas regiones, es costumbre adornar la Higuera con cintas largas, cuyas puntas serán asidas por cada uno de los celebrantes a fin de enredarse con el árbol durante la ronda.

         Una vez recogidos los “regalos” de la Higuera, cada familia sale a visitar a sus vecinos y a cantar villancicos ante su Pesebre, rito fundamental de la recién llegada Navidad. A veces, se visitan Pesebres hasta bien entrada la madrugada. También se cantan coplas y tonadas folklóricas. Originalmente, la caña, la ginebra y la hesperidina, a los que se agregó posteriormente el vino de uva negra o tinto, eran  bebidas obligadas de este ritual. Esa costumbre no se ha perdido, pues no solo ayudan a digerir los cuantiosos convites que el visitante recibirá de casa en casa, sino que además “sueltan la lengua” y permiten comunicarse y permanecer de buen ánimo durante toda la noche.

EL AÑO NUEVO

    El Año Nuevo que actualmente se festeja en Occidente sigue el Calendario Gregoriano, que tiene su primer antecedente en el calendario de 12 meses promulgado en el año 46 a. C. por Julio César (calendario Juliano). César encarga al matemático y filósofo Sosígenes de Alejandría la reforma de las precarias calendas Romanas, quien establece un nuevo calendario según las revoluciones solares.  Este se iniciaba en Enero, mes consagrado a Jano, dios de los Comienzos y Finales. No obstante, los calculos de Sosígenes se fueron mostrando erróneos con el correr de los siglos, llegando a acumular un desfase de 10 días hacia finales del siglo XVI. La Cristiandad fija el Domingo de Pascuas de Resurrección siguiendo el relato evangélico, que cae el domingo siguiente a la luna llena del mes de Nissan del Calendario Hebreo. Considerando la firmeza de esta fecha, las incorrecciones del calendario de Julio César también desajustaban las datas de las restantes celebraciones cristianas.

    En consecuencia, el Papa Gregorio XII encomienda al jesuita Christopher Clavius, el “Euclides del siglo XVI”, un calendario definitivo que armonice el año litúrgico con el año trópico, el que finalmente se promulga en 1582.

FIESTA DE LA EPIFANÍA O ADORACIÓN DE LOS REYES MAGOS:

   El Año Nuevo gregoriano es casi una prolongación de la dicha de Navidad. No obstante, el 6 de Enero o Día de la Adoración de los Reyes Magos constituye un importante momento para la cristiandad, el cual se celebra como la Fiesta de la Epifanía (“Manifestación”), conmemorando el momento  en que las diversas naciones reconocieron al “Niño Dios”. 

   Según el Evangelio de San Mateo, los “magos” Melchor, Gaspar y Baltazar (sabios y astrónomos caravaneros que habrían llegado de Tarso, Arabia y Saba)  fueron guiados por una estrella hasta el “Rey de los Judíos”, se postraron ante el niño recién nacido para adorarlo y lo obsequiaron con cofres de Incienso, Oro en polvo y Mirra, valiosas sustancias que se echaban al fuego a fines de oración y alabanza. De allí la costumbre de festejar y hacer regalos a los niños ese día. En el siglo III d. C. el apologista Tertuliano transformó a los “magos” en “Reyes”, debido a la mala fama que poseían las doctrinas del mundo persa en esos años de cristianismo floreciente.  En cuanto a la estrella-guía, Johannes Kepler propuso en 1606 que ésta fue un efecto de la rara triple conjunción de la Tierra con los planetas Júpiter y Saturno, mientras el Sol pasaba por la constelación de Piscis , acontecimiento que él dató en el año 7 a.C., lo que adelantaba algunos años el natalicio de Jesús de Nazareth.
 
    Como quiera que sea, el 6 de Enero de cada año gregoriano continúa siendo un feliz día para los niños, la “Estrella de Belén” sigue presidiendo higueras y árboles y las “roscas de Reyes” son tan vendidas como siempre.

   Dado que la iconografía cristiana representaba a Baltazar como el “rey negro”, las comunidades afroamericanas de ambas orillas del Plata celebraron durante siglos esta fecha como la “Fiesta del Rey San Baltazar”. Las calles y las puertas de las casas se adornaban con guirnaldas rojas con festón dorado (los colores de su manto), y los sones de los tamboriles junto a la algarabía de los candombes se adueñaban de las calles durante todo el día. Aunque discutidas al principio, estas bulliciosas celebraciones fueron bien vistas por las autoridades virreinales y eclesiásticas del Río de La Plata por considerar que conmemoraban los cantos y danzas del Rey David, al punto que en el año 1772 el Arzobispo de Buenos Aires autorizó la creación de la "Cofradía de San Baltazar y las Ánimas" para los negros, mulatos e indios. La fiesta del Rey San Baltazar aún se celebra en parte de nuestro Litoral Argentino y en toda la República Oriental del Uruguay.

     En nuestra tierra criolla, especialmente en los conurbanos y campiñas, el día de la Adoración de los Reyes Magos posee un encanto adicional para los niños: la preparación, durante la noche previa, del “pasto” y los recipientes con agua para alimentar y abrevar a los Camellos sobre los que vendrán los “Reyes” trayéndoles sus regalos. A estos trajinados viajeros también se les “prestará” el mejor par de zapatos, los que se acomodarán prolijamente al lado del agua y el forraje. Difícilmente exista en nuestra tierra un adulto que no recuerde con feliz nostalgia los ingentes esfuerzos de sus padres para lograr que se durmiera y no “espiara” a los reyes a fin de no enojarlos, ni la alegría matinal al encontrar los regalos (no siempre los que uno había pedido)  junto a los zapatos, el balde semivacío y un grandguiñol de césped disperso por todo el patio como clara señal de cuán generosamente habían aceptado los camellos tan considerado convite.

   Obviamente, jamás se reparaba en las infaltables huellas de las sandalias y pantuflas embarradas de los padres, plasmadas durante la rauda, nocturna y difícil empresa de desparramar el forraje por doquier y de vaciar baldes y palanganas hasta un nivel aceptable. Así, las primeras horas de la madrugada del 6 de Enero siempre han representado un verdadero test de virtuosismo para los padres, pues a la necesidad de adquirir una repentina visión gatuna, velocidad de tigre e instinto de rastreador baqueano debían sumar la percepción del indio “bombero”, vigilando en todo momento que el niño no se despertara y descubriera, finalmente, quienes habían sido durante tantos años “los Dos Reyes Magos”.
Prof. Alejandro Díaz Manzanelli

A deshora de la noche
un gallo me despertó
con su canto tan alegre
diciendo: ¡Cristo nació! (1)

En el portal de Belén
hay un clavel encarnado
que por redimir al mundo
se ha vuelto lirio morado.(2)

Mamita María, 
tatita José,
préstame el Niño
te lo adoraré; 
mañana o pasado
lo devolveré. (3)

En el portal de Belén
hay estrella, sol y luna; 
la Virgen y San José, 
y el Niño que está en la cuna. (4)

De tanto gusto que tengo
voy a bailar, a bailar, 
al ver que mi niño santo
ha nacido en el portal. (5)

Vamos pastorcillos, 
vamos a Belén, 
que en Belén acaba 
Jesús de nacer. (6)

Vamos pastorcillos, 
vamos a Belén, 
a adorar al niño
que nació recién. (7)

Vamos pastorcillos, 
vamos a Belén, 
que Dios ha nacido
para nuestro bien. (8)

Que linda es la uva 
que está en el parral
más lindo es el niño
que está en el altar. (9)

1) Retablo popular, de Rafeal Jijena Sánchez.
2) Cancionero Popular de Tucumán, Juan Alfonso Carrizo.
3) Cancionero Popular de La Rioja, Juan Alfonso Carrizo.
4) Cancionero Popular de Tucumán, Juan Alfonso Carrizo.
5) La Navidad y los Pesebres, Rafael Jijena Sánchez.
6),7), 8) Recogido en Catamarca por Carlos Villafuerte. 
9) Recogida por Berta Elena Vidal de Battini en La Rioja y Córdoba.

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