martes, 5 de febrero de 2013

¿Quien fue Jesucristo?

Breves respuestas a la preguntas más usuales,
en una amena Catequesis de los "héroes" de "Rápido y Curioso"

1- Jesucristo ¿Mito o Verdad? 

2 -Jesucristo: El Aspecto

3 - Jesucristo: De Internis

4 - Jesucristo: Dios y Hombre

lunes, 4 de febrero de 2013

Una entusiasta manera de Evangelizar

Les presentamos a los Seminaristas-Actores-Productores de "Rápido y Curioso",
6 Legionarios de Cristo que desde El Vaticano han implementado 
una entretenidísima catequesis en "video-cápsulas" de 3 minutos y medio.


viernes, 11 de enero de 2013

Los servicios religiosos prevendrían la Depresión


¿LOS SERVICIOS RELIGIOSOS PREVIENEN LA DEPRESIÓN?
Lo que dicen los nuevos estudios


(CBS) Los servicios religiosos pueden mejorar su salud espiritual, y nuevas investigaciones sugieren que la asistencia regular a los servicios también pueden mejorar su salud mental.

Las personas que asisten regularmente a ceremonias religiosas son menos depresivos y tienen una visión más positiva de la vida, según el estudio publicado el 10 de noviembre (de 2011) por la revista Jornal de Religión y Salud. El estudio sugiere que sus beneficios emocionales pueden llevar a hábitos más saludables, como realizar consultas médicas más a menudo, o fumar y beber menos.

Para realizar dicho estudio, investigadores de la Universidad Yeshiva encuestaron a casi 93.000 mujeres mayores 50 años de todas las etnias, religiones y grupos económicos. Los investigadores buscaron extraer resultados para investigar de cerca la salud emocional de las mujeres, observando el optimismo, la depresión, la hostilidad cínica y factores relacionados con tensión y apoyo social.

Los investigadores concluyeron que aquellas personas que asistieron a servicios religiosos con frecuencia eran un 56 por ciento más propensos a una actitud positiva ante la vida, y un 27 por ciento menos propensos a estar deprimidos. Aquellos que asistieron a servicios semanales eran menos propensos a ser cínicos.

El estudio se realizó a manera de mejorar una investigación del año 2008, donde se vinculaba la asistencia a los servicios religiosos con una reducción de un 20 por ciento en la tasa de mortalidad respecto a personas que no asisten, informó Reuters.

¿Cuál es el trato? ¿Está el Todopoderoso retribuyendo a los asistentes por su piedad?

"La persona que dice 'Supongo que si asisto a los servicios me volveré más optimista', aunque exista la posibilidad no necesariamente será cierto", dijo a Reuters el Dr. Eliezer Schnall, autor del estudio, profesor asociado de Psicología Clínica en la Universidad Yeshiva en Nueva York. "Hay una correlación, pero no significa que haya una causalidad. Uno también podría argüir que las  personas más optimistas se sienten atraídas hacia los servicios religiosos."

Schnall también dijo que el estudio sólo indagó a mujeres mayores, por lo que los beneficios no podrían aplicarse a hombres o gente más joven.

La investigación religiosa previa ha sugerido que algunos de los beneficios en salud se deben a la interacción social y las amistades que se forman en dichos servicios.

"Aquí estamos tratando de conectar los puntos", dijo Schnall. "Sabemos que son menos propensos a morir, y los resultados de salud pueden estar relacionados con factores psicológicos."

Pero la religión no siempre puede ser color de rosa. Schnall dijo a CNN, "También vienen con ello tensiones sociales". La religión puede conducir a desacuerdos con miembros de la familia, el clero o los feligreses.

Por Ryan Jaslow

CBS NEWS/ 11 de Noviembre de 2011
Traducido al castellano por Padre Nuestro.

La Religión evita la depresión


UN ESTUDIO RELACIONA LA DEPRESIÓN TEMPRANA

CON EL ABANDONO DEL CULTO RELIGIOSO



NUEVA YORK (Reuters Health) – 1 de marzo de 2012 - Los expertos aseguran que las personas que desarrollan depresión podrían ser más propensas a dejar de ir a los servicios religiosos, lo que podría explicar por qué los más devotos tienen tasas más bajas de esta enfermedad. Ahora, un nuevo estudio encontró pruebas de eso.Entre los 2100 estadounidenses estudiados desde el nacimiento hasta la edad mediana, las mujeres que habían desarrollado depresión antes de los 18 años eran más propensas que el resto a dejar de concurrir a los servicios religiosos cuando cumplían 20.
En los hombres, los autores no hallaron esa relación.
“Esto no significa que los resultados de los estudios previos estuvieran equivocados”, sostuvo la autora principal, Joanna Maselko, profesora asistente de psiquiatría y ciencias conductuales de Duke University, Durham, Carolina del Norte.
Pero Maselko dijo a Reuters Health que los resultados en las mujeres explicarían, por lo menos en parte, por qué se asocia la concurrencia a los servicios religiosos con la reducción del riesgo de desarrollar depresión.
Los resultados, publicados en American Journal of Epidemiology, surgen de un grupo de residentes de Rhode Island estudiados desde la infancia hasta los 30 o 40 años.
Un 27 por ciento de los participantes tuvo depresión grave en algún momento de la vida; casi un tercio de ese grupo desarrolló los síntomas antes de los 18 años.
Las mujeres que desarrollaron depresión temprana eran un 42 por ciento más propensas a dejar de ir a los servicios religiosos cuando tenían 20 años.
El 90 por ciento de los participantes había concurrido a la iglesia en la niñez. Algo más de la mitad de las mujeres que desarrollaron depresión en la niñez, dejó de ir a los servicios religiosos en los primeros años de la edad adulta.
En cuanto a los hombres, Maselko dijo: “No observamos ninguna relación”.
Entonces, ¿por qué los investigadores están tan interesados en conocer si el hábito de ir a la iglesia tiene alguna relación con el riesgo personal de desarrollar depresión?
Maselko aclaró: “Nunca alentaríamos o desalentaríamos la concurrencia a los servicios religiosos” por ese motivo. Pero agregó que la religiosidad es un concepto amplio. Y si existen “componentes pequeños” que protegen de la depresión, sería muy útil saberlo.
El equipo considera que los nuevos resultados no descartan la posibilidad de que la vida religiosa de las personas influya en su salud mental. Aunque todavía no existe una conclusión definitiva.
FUENTE: American Journal of Epidemiology

La Contención Psicológica de las religiones organizadas

LA ESPIRITUALIDAD SIN RELIGIÓN PUEDE PROPICIAR ENFERMEDADES MENTALES




Un estudio publicado por la BBC revela que las personas espirituales pero no religiosas -en contraste con quienes sí lo son, agnósticos o ateos- son más propensas a trastornos mentales como las adicciones, los problemas alimenticios y la depresión.Las personas espirituales pero no religiosas (en contraste con las personas que sí son religiosas, agnósticas o ateas) son más propensas a desarrollar un "trastorno mental", "depender de las drogas" y "tener hábitos alimenticios anormales", como la bulimia y anorexia, según el estudio publicado en la edición de enero de The British Journal of Psychiatry.

"Las personas que tienen creencias espirituales fuera del contexto de cualquier religión organizada son más propensas a estas enfermedades", dijo Michael King, profesor en el University College de Londres e investigador principal del proyecto.

El 30% de los encuestados que se identificaron como espirituales dijo que había consumido drogas, casi el doble del 16% de los encuestados religiosos, según el estudio.

Entre los encuestados sólo espirituales, el 5% dijo que dependía de las drogas, mientras que el 2% de los religiosos se identificó como dependiente.

En cuestión de salud mental, las personas espirituales pero no religiosas eran más propensas a "cualquier trastorno neurótico", "trastornos mezclados de ansiedad/depresión" o "depresión" que sus contrapartes religiosas. En general, el 19% de los encuestados espirituales dijo tener un trastorno neurótico, frente al 15% de los encuestados religiosos con la misma respuesta.

La práctica de ser espiritual pero no religioso es difícil de definir y tiene varias partes que no están claras. La frase normalmente es utilizada para describir a las personas que no van a la iglesia, ateos que creen en algún tipo de poder superior, pensadores libres y los no afiliados. También es utilizada para las personas que mezclan diferentes creencias.

En pocas palabras, King lo describe como: "Las personas que tienen un entendimiento espiritual de la vida en ausencia de un marco religioso son vulnerables a los trastornos mentales".

King dijo que recibió una cantidad sustancial de correos electrónicos de odio por el estudio. Pero el autor defendió sus resultados: "Si consideras la dependencia a las drogas, son aproximadamente 77% más propensos que los encuestados religiosos, y 24% más propensos a tener un trastorno de ansiedad generalizado. Estas son diferencias muy obvias".

El estudio fue realizado con el gobierno de Gran Bretaña, que planteó las preguntas como parte de un mayor estudio de psiquiatría, con una muestra de 7,403 británicos. Se encontró que aproximadamente el 19% de su población es espiritual pero no religiosa. En Estados Unidos, el sondeo Gallup de 2002, con una muestra de 729 adultos, dijo que el 33% de los estadounidenses se identificó como "espiritual pero no religioso".

En la mayoría de la investigación académica sobre religión y bienestar se encontró que la religión es buena para las personas, dijo Tanya Luhrmann, psicóloga, antropóloga y profesora de la Universidad Watkins, en la Universidad Stanford en Estados Unidos.

La religión organizada ofrece tres salidas que benefician al bienestar de los que van a la iglesia: apoyo social, apego a un Dios amoroso y la práctica organizada de la oración, explicó Luhrmann.

"Cuando eres espiritual pero no religioso, pierdes los primeros dos puntos y la mayoría de las personas espirituales pero no religiosas no practican el tercero", dijo Luhrmann. "Lo que funciona no es sólo una creencia genérica en Dios; son las prácticas específicas lo que funciona".

Heather Cariou, una autora neoyorquina, se identifica como espiritual no religiosa. El año pasado dijo a CNN que adoptó una espiritualidad que mezcla el budismo, judaísmo y otras creencias. "No necesito definirme como de una comunidad al ponerme dentro de una caja que me etiquete como bautista o católica o musulmana", dijo.

"Cuando muera, creo que todas mis cuentas se irán a Dios, y que cuando entre al reino eterno, no cruzaré una puerta etiquetada", agregó Cariou.

La frase "espiritual pero no religioso" ahora es tan común, que ha generado su propio acrónimo en inglés (SBNR) y tiene su sitio web: SBNR.org.

Tradicionalmente las palabras "religioso" y "espiritual" estuvieron estrechamente relacionadas, pero con el tiempo la segunda palabra comenzó a describir una experiencia desconectada de los confines tradicionales de la religión, particularmente de la religión organizada.

Como era de esperarse, la práctica de ser espiritual pero no religioso es duramente criticada por los representantes y feligreses de la religión organizada. El sacerdote jesuita James Martin dijo a CNN en junio que la frase, "soy espiritual pero no religioso", se reduce a egoísmo.

"Ser espiritual pero no religioso puede llevar a la complacencia y al egocentrismo", dijo Martin. "Si sólo son Dios y tú en tu habitación y una comunidad religiosa no exige nada de ti, ¿por qué ayudar a los pobres?".

FUENTE: Valores Religiosos
http://www.valoresreligiosos.com.ar/ver_nota.asp?Id=32931

martes, 1 de enero de 2013

Año Nuevo 2013: Mensaje del Papa Benedicto XVI


VATICANO, 01 Ene. 13 / 07:30 am (ACI).- En su Mensaje para la 46ª Jornada Mundial por la Paz, que se celebra hoy, 1 de enero de 2013, el Papa Benedicto XVI ha trazado un programa de 8 puntos en pos de este don de Dios para todos los hombres, en medio de un mundo lleno de desafíos.



A continuación ACI Prensa reproduce el texto completo del mensaje del Santo Padre:

“Bienaventurados los que trabajan por la paz”.

1.- Cada nuevo año trae consigo la esperanza de un mundo mejor. En esta perspectiva, pido a Dios, Padre de la humanidad, que nos conceda la concordia y la paz, para que se puedan cumplir las aspiraciones de una vida próspera y feliz para todos.

Trascurridos 50 años del Concilio Vaticano II, que ha contribuido a fortalecer la misión de la Iglesia en el mundo, es alentador constatar que los cristianos, como Pueblo de Dios en comunión con él y caminando con los hombres, se comprometen en la historia compartiendo las alegrías y esperanzas, las tristezas y angustias anunciando la salvación de Cristo y promoviendo la paz para todos.

En efecto, este tiempo nuestro, caracterizado por la globalización, con sus aspectos positivos y negativos, así como por sangrientos conflictos aún en curso, y por amenazas de guerra, reclama un compromiso renovado y concertado en la búsqueda del bien común, del desarrollo de todos los hombres y de todo el hombre.

Causan alarma los focos de tensión y contraposición provocados por la creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista, que se expresa también en un capitalismo financiero no regulado. Aparte de las diversas formas de terrorismo y delincuencia internacional, representan un peligro para la paz los fundamentalismos y fanatismos que distorsionan la verdadera naturaleza de la religión, llamada a favorecer la comunión y la reconciliación entre los hombres.

Y, sin embargo, las numerosas iniciativas de paz que enriquecen el mundo atestiguan la vocación innata de la humanidad hacia la paz. El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda. En otras palabras, el deseo de paz se corresponde con un principio moral fundamental, a saber, con el derecho y el deber a un desarrollo integral, social, comunitario, que forma parte del diseño de Dios sobre el hombre.



El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios. Todo esto me ha llevado a inspirarme para este mensaje en las palabras de Jesucristo: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”.

La bienaventuranza evangélica

2. Las bienaventuranzas proclamadas por Jesús son promesas. En la tradición bíblica, en efecto, la bienaventuranza pertenece a un género literario que comporta siempre una buena noticia, es decir, un evangelio que culmina con una promesa. Por tanto, las bienaventuranzas no son meras recomendaciones morales, cuya observancia prevé que, a su debido tiempo – un tiempo situado normalmente en la otra vida –, se obtenga una recompensa, es decir, una situación de felicidad futura.

La bienaventuranza consiste más bien en el cumplimiento de una promesa dirigida a todos los que se dejan guiar por las exigencias de la verdad, la justicia y el amor. Quienes se encomiendan a Dios y a sus promesas son considerados frecuentemente por el mundo como ingenuos o alejados de la realidad. Sin embargo, Jesús les declara que, no sólo en la otra vida sino ya en ésta, descubrirán que son hijos de Dios, y que, desde siempre y para siempre, Dios es totalmente solidario con ellos.

Comprenderán que no están solos, porque él está a favor de los que se comprometen con la verdad, la justicia y el amor. Jesús, revelación del amor del Padre, no duda en ofrecerse con el sacrificio de sí mismo. Cuando se acoge a Jesucristo, Hombre y Dios, se vive la experiencia gozosa de un don inmenso: compartir la vida misma de Dios, es decir, la vida de la gracia, prenda de una existencia plenamente bienaventurada. En particular, Jesucristo nos da la verdadera paz que nace del encuentro confiado del hombre con Dios.

La bienaventuranza de Jesús dice que la paz es al mismo tiempo un don mesiánico y una obra humana. En efecto, la paz presupone un humanismo abierto a la trascendencia. Es fruto del don recíproco, de un enriquecimiento mutuo, gracias al don que brota de Dios, y que permite vivir con los demás y para los demás.



La ética de la paz es ética de la comunión y de la participación. Es indispensable, pues, que las diferentes culturas actuales superen antropologías y éticas basadas en presupuestos teórico-prácticos puramente subjetivistas y pragmáticos, en virtud de los cuales las relaciones de convivencia se inspiran en criterios de poder o de beneficio, los medios se convierten en fines y viceversa, la cultura y la educación se centran únicamente en los instrumentos, en la tecnología y la eficiencia.

Una condición previa para la paz es el desmantelamiento de la dictadura del relativismo moral y del presupuesto de una moral totalmente autónoma, que cierra las puertas al reconocimiento de la imprescindible ley moral natural inscrita por Dios en la conciencia de cada hombre. La paz es la construcción de la convivencia en términos racionales y morales, apoyándose sobre un fundamento cuya medida no la crea el hombre, sino Dios: “El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor ben dice a su pueblo con la paz”, dice el Salmo 29.

La paz, don de Dios y obra del hombre

3. La paz concierne a la persona humana en su integridad e implica la participación de todo el hombre. Se trata de paz con Dios viviendo según su voluntad. Paz interior con uno mismo, y paz exterior con el prójimo y con toda la creación. Comporta principalmente, como escribió el beato Juan XXIII en la Encíclica Pacem in Terris, de la que dentro de pocos meses se cumplirá el 50 aniversario, la construcción de una convivencia basada en la verdad, la libertad, el amor y la justicia.

La negación de lo que constituye la verdadera naturaleza del ser humano en sus dimensiones constitutivas, en su capacidad intrínseca de conocer la verdad y el bien y, en última instancia, a Dios mismo, pone en peligro la construcción de la paz. Sin la verdad sobre el hombre, inscrita en su corazón por el Creador, se menoscaba la libertad y el amor, la justicia pierde el fundamento de su ejercicio.

Para llegar a ser un auténtico trabajador por la paz, es indispensable cuidar la dimensión trascendente y el diálogo constante con Dios, Padre misericordioso, mediante el cual se implora la redención que su Hijo Unigénito nos ha conquistado. Así podrá el hombre vencer ese germen de oscuridad y de negación de la paz que es el pecado en todas sus formas: el egoísmo y la violencia, la codicia y el deseo de poder y dominación, la intolerancia, el odio y las estructuras injustas.

La realización de la paz depende en gran medida del reconocimiento de que, en Dios, somos una sola familia humana. Como enseña la Encíclica Pacem in Terris, se estructura mediante relaciones interpersonales e instituciones apoyadas y animadas por un “nosotros” comunitario, que implica un orden moral interno y externo, en el que se reconocen sinceramente, de acuerdo con la verdad y la justicia, los derechos recíprocos y los deberes mutuos.


La paz es un orden vivificado e integrado por el amor, capaz de hacer sentir como propias las necesidades y las exigencias del prójimo, de hacer partícipes a los demás de los propios bienes, y de tender a que sea cada vez más difundida en el mundo la comunión de los valores espirituales. Es un orden llevado a cabo en la libertad, es decir, en el modo que corresponde a la dignidad de las personas, que por su propia naturaleza racional asumen la responsabilidad de sus propias obras.

La paz no es un sueño, no es una utopía: la paz es posible. Nuestros ojos deben ver con mayor profundidad, bajo la superficie de las apariencias y las manifestaciones, para descubrir una realidad positiva que existe en nuestros corazones, porque todo hombre ha sido creado a imagen de Dios y llamado a crecer, contribuyendo a la construcción de un mundo nuevo.

En efecto, Dios mismo, mediante la encarnación del Hijo, y la redención que él llevó a cabo, ha entrado en la historia, haciendo surgir una nueva creación y una alianza nueva entre Dios y el hombre, y dándonos la posibilidad de tener “un corazón nuevo” y “un espíritu nuevo”.

Precisamente por eso, la Iglesia está convencida de la urgencia de un nuevo anuncio de Jesucristo, el primer y principal factor del desarrollo integral de los pueblos, y también de la paz. En efecto, Jesús es nuestra paz, nuestra justicia, nuestra reconciliación. El que trabaja por la paz, según la bienaventuranza de Jesús, es aquel que busca el bien del otro, el bien total del alma y el cuerpo, hoy y mañana.

A partir de esta enseñanza se puede deducir que toda persona y toda comunidad –religiosa, civil, educativa y cultural– está llamada a trabajar por la paz. La paz es principalmente la realización del bien común de las diversas sociedades, primarias e intermedias, nacionales, internacionales y de alcance mundial. Precisamente por esta razón se puede afirmar que las vías para construir el bien común son también las vías a seguir para obtener la paz.

Los que trabajan por la paz son quienes aman, defienden y promueven la vida en su integridad

4. El camino para la realización del bien común y de la paz pasa ante todo por el respeto de la vida humana, considerada en sus múltiples aspectos, desde su concepción, en su desarrollo y hasta su fin natural. Auténticos trabajadores por la paz son, entonces, los que aman, defienden y promueven la vida humana en todas sus dimensiones: personal, comunitaria y trascendente. La vida en plenitud es el culmen de la paz. Quien quiere la paz no puede tolerar atentados y delitos contra la vida.



Quienes no aprecian suficientemente el valor de la vida humana y, en consecuencia, sostienen por ejemplo la liberación del aborto, tal vez no se dan cuenta que, de este modo, proponen la búsqueda de una paz ilusoria. La huida de las responsabilidades, que envilece a la persona humana, y mucho más la muerte de un ser inerme e inocente, nunca podrán traer felicidad o paz.

En efecto, ¿cómo es posible pretender conseguir la paz, el desarrollo integral de los pueblos o la misma salvaguardia del ambiente, sin que sea tutelado el derecho a la vida de los más débiles, empezando por los que aún no han nacido? Cada agresión a la vida, especialmente en su origen, provoca inevitablemente daños irreparables al desarrollo, a la paz, al ambiente. Tampoco es justo codificar de manera subrepticia falsos derechos o libertades, que, basados en una visión reductiva y relativista del ser humano, y mediante el uso hábil de expresiones ambiguas encaminadas a favorecer un pretendido derecho al aborto y a la eutanasia, amenazan el derecho fundamental a la vida.

También la estructura natural del matrimonio debe ser reconocida y promovida como la unión de un hombre y una mujer, frente a los intentos de equipararla desde un punto de vista jurídico con formas radicalmente distintas de unión que, en realidad, dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su papel insustituible en la sociedad.

Estos principios no son verdades de fe, ni una mera derivación del derecho a la libertad religiosa. Están inscritos en la misma naturaleza humana, se pueden conocer por la razón, y por tanto son comunes a toda la humanidad.

La acción de la Iglesia al promoverlos no tiene un carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas, prescindiendo de su afiliación religiosa. Esta acción se hace tanto más necesaria cuanto más se niegan o no se comprenden estos principios, lo que es una ofensa a la verdad de la persona humana, una herida grave infligida a la justicia y a la paz.

Por tanto, constituye también una importante cooperación a la paz el reconocimiento del derecho al uso del principio de la objeción de conciencia con respecto a leyes y medidas gubernativas que atentan contra la dignidad humana, como el aborto y la eutanasia, por parte de los ordenamientos jurídicos y la administración de la justicia.

Entre los derechos humanos fundamentales, también para la vida pacífica de los pueblos, está el de la libertad religiosa de las personas y las comunidades. En este momento histórico, es cada vez más importante que este derecho sea promovido no sólo desde un punto de vista negativo, como libertad frente – por ejemplo, frente a obligaciones o constricciones de la libertad de elegir la propia religión –, sino también desde un punto de vista positivo, en sus varias articulaciones, como libertad de, por ejemplo, testimoniar la propia religión, anunciar y comunicar su enseñanza, organizar actividades educativas, benéficas o asistenciales que permitan aplicar los preceptos religiosos, ser y actuar como organismos sociales, estructurados según los principios doctrinales y los fines institucionales que les son propios.

Lamentablemente, incluso en países con una antigua tradición cristiana, se están multiplicando los episodios de intolerancia religiosa, especialmente en relación con el cristianismo o de quienes simplemente llevan signos de identidad de su religión.

El que trabaja por la paz debe tener presente que, en sectores cada vez mayores de la opinión pública, la ideología del liberalismo radical y de la tecnocracia insinúan la convicción de que el crecimiento económico se ha de conseguir incluso a costa de erosionar la función social del Estado y de las redes de solidaridad de la sociedad civil, así como de los derechos y deberes sociales. Estos derechos y deberes han de ser considerados fundamentales para la plena realización de otros, empezando por los civiles y políticos.

Uno de los derechos y deberes sociales más amenazados actualmente es el derecho al trabajo. Esto se debe a que, cada vez más, el trabajo y el justo reconocimiento del estatuto jurídico de los trabajadores no están adecuadamente valorizados, porque el desarrollo económico se hace depender sobre todo de la absoluta libertad de los mercados.

El trabajo es considerado una mera variable dependiente de los mecanismos económicos y financieros. A este propósito, reitero que la dignidad del hombre, así como las razones económicas, sociales y políticas, exigen que “se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos, o lo mantengan”.

La condición previa para la realización de este ambicioso proyecto es una renovada consideración del trabajo, basada en los principios éticos y valores espirituales, que robustezca la concepción del mismo como bien fundamental para la persona, la familia y la sociedad. A este bien corresponde un deber y un derecho que exigen nuevas y valientes políticas de trabajo para todos.

Construir el bien de la paz mediante un nuevo modelo de desarrollo y de economía

5. Actualmente son muchos los que reconocen que es necesario un nuevo modelo de desarrollo, así como una nueva visión de la economía. Tanto el desarrollo integral, solidario y sostenible, como el bien común, exigen una correcta escala de valores y bienes, que se pueden estructurar teniendo a Dios como referencia última. No basta con disposiciones de muchos medios y una amplia gama de opciones, aunque sean de apreciar.

Tanto los múltiples bienes necesarios para el desarrollo, como las opciones posibles deben ser usados según la perspectiva de una vida buena, de una conducta recta que reconozca el primado de la dimensión espiritual y la llamada a la consecución del bien común. De otro modo, pierden su justa valencia, acabando por ensalzar nuevos ídolos.

Para salir de la actual crisis financiera y económica – que tiene como efecto un aumento de las desigualdades – se necesitan personas, grupos e instituciones que promuevan la vida, favoreciendo la creatividad humana para aprovechar incluso la crisis como una ocasión de discernimiento y un nuevo modelo económico. El que ha prevalecido en los últimos decenios postulaba la maximización del provecho y del consumo, en una óptica individualista y egoísta, dirigida a valorar a las personas sólo por su capacidad de responder a las exigencias de la competitividad.

Desde otra perspectiva, sin embargo, el éxito auténtico y duradero se obtiene con el don de uno mismo, de las propias capacidades intelectuales, de la propia iniciativa, puesto que un desarrollo económico sostenible, es decir, auténtica mente humano, necesita del principio de gratuidad como manifestación de fraternidad y de la lógica del don.
En concreto, dentro de la actividad económica, el que trabaja por la paz se configura como aquel que instaura con sus colaboradores y compañeros, con los clientes y los usuarios, relaciones de lealtad y de reciprocidad. Realiza la actividad económica por el bien común, vive su esfuerzo como algo que va más allá de su propio interés, para beneficio de las generaciones presentes y futuras. Se encuentra así trabajando no sólo para sí mismo, sino también para dar a los demás un futuro y un trabajo digno.



En el ámbito económico, se necesitan, especialmente por parte de los estados, políticas de desarrollo industrial y agrícola que se preocupen del progreso social y la universalización de un estado de derecho y democrático. Es fundamental e imprescindible, además, la estructuración ética de los mercados monetarios, financieros y comerciales; éstos han de ser estabilizados y mejor coordinados y controlados, de modo que no se cause daño a los más pobres.

La solicitud de los muchos que trabajan por la paz se debe dirigir además – con una mayor resolución respecto a lo que se ha hecho hasta ahora – a atender la crisis alimentaria, mucho más grave que la financiera.

La seguridad de los aprovisionamientos de alimentos ha vuelto a ser un tema central en la agenda política internacional, a causa de crisis relacionadas, entre otras cosas, con las oscilaciones repentinas de los precios de las materias primas agrícolas, los comportamientos irresponsables por parte de algunos agentes económicos y con un insuficiente control por parte de los gobiernos y la comunidad internacional.

Para hacer frente a esta crisis, los que trabajan por la paz están llamados a actuar juntos con espíritu de solidaridad, desde el ámbito local al internacional, con el objetivo de poner a los agricultores, en particular en las pequeñas realidades rurales, en condiciones de poder desarrollar su actividad de modo digno y sostenible desde un punto de vista social, ambiental y económico.

La educación a una cultura de la paz: el papel de la familia y de las instituciones

6.Deseo reiterar con fuerza que todos los que trabajan por la paz están llamados a cultivar la pasión por el bien común de la familia y la justicia social, así como el compromiso por una educación social idónea.

Ninguno puede ignorar o minimizar el papel decisivo de la familia, célula base de la sociedad desde el punto de vista demográfico, ético, pedagógico, económico y político. Ésta tiene como vocación natural promover la vida: acompaña a las personas en su crecimiento y las anima a potenciarse mutuamente mediante el cuidado recíproco. En concreto, la familia cristiana lleva consigo el germen del proyecto de educación de las personas según la medida del amor divino.

La familia es uno de los sujetos sociales indispensables en la realización de una cultura de la paz. Es necesario tutelar el derecho de los padres y su papel primario en la educación de los hijos, en primer lugar en el ámbito moral y religioso. En la familia nacen y crecen los que trabajan por la paz, los futuros promotores de una cultura de la vida y del amor.

En esta inmensa tarea de educación a la paz están implicadas en particular las comunidades religiosas. La Iglesia se siente partícipe en esta gran responsabilidad a través de la nueva evangelización, que tiene como pilares la conversión a la verdad y al amor de Cristo y, consecuentemente, un nuevo nacimiento espiritual y moral de las personas y las sociedades. El encuentro con Jesucristo plasma a los que trabajan por la paz, comprometiéndoles en la comunión y la superación de la injusticia.



Las instituciones culturales, escolares y universitarias desempeñan una misión especial en relación con la paz. A ellas se les pide una contribución significativa no sólo en la formación de nuevas generaciones de líderes, sino también en la renovación de las instituciones públicas, nacionales e internacionales. También pueden contribuir a una reflexión científica que asiente las actividades económicas y financieras en un sólido fundamento antropológico y ético.

El mundo actual, particularmente el político, necesita del soporte de un pensamiento nuevo, de una nueva síntesis cultural, para superar tecnicismos y armonizar las múltiples tendencias políticas con vistas al bien común. Éste, considerado como un conjunto de relaciones interpersonales e institucionales positivas al servicio del crecimiento integral de los individuos y los grupos, es la base de cualquier educación a la auténtica paz.

Una pedagogía del que trabaja por la paz

7. Como conclusión, aparece la necesidad de proponer y promover una pedagogía de la paz. Ésta pide una rica vida interior, claros y válidos referentes morales, actitudes y estilos de vida apropiados. En efecto, las iniciativas por la paz contribuyen al bien común y crean interés por la paz y educan para ella. Pensamientos, palabras y gestos de paz crean una mentalidad y una cultura de la paz, una atmósfera de respeto, honestidad y cordialidad.

Es necesario enseñar a los hombres a amarse y educarse a la paz, y a vivir con benevolencia, más que con simple tolerancia. Es fundamental que se cree el convencimiento de que “hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas sin exigirlas y, en fin, perdonar” ,de modo que los errores y las ofensas puedan ser en verdad reconocidos para avanzar juntos hacia la reconciliación.



Esto supone la difusión de una pedagogía del perdón. El mal, en efecto, se vence con el bien, y la justicia se busca imitando a Dios Padre que ama a todos sus hijos. Es un trabajo lento, porque supone una evolución espiritual, una educación a los más altos valores, una visión nueva de la historia humana.

Es necesario renunciar a la falsa paz que prometen los ídolos de este mundo y a los peligros que la acompañan; a esta falsa paz que hace las conciencias cada vez más insensibles, que lleva a encerrarse en uno mismo, a una existencia atrofiada, vivida en la indiferencia. Por el contrario, la pedagogía de la paz implica acción, compasión, solidaridad, valentía y perseverancia.

Jesús encarna el conjunto de estas actitudes en su existencia, hasta el don total de sí mismo, hasta “perder la vida” . Promete a sus discípulos que, antes o después, harán el extraordinario descubrimiento del que hemos hablado al inicio, es decir, que en el mundo está Dios, el Dios de Jesús, completamente solidario con los hombres. En este contexto, quisiera recordar la oración con la que se pide a Dios que nos haga instrumentos de su paz, para llevar su amor donde hubiese odio, su perdón donde hubiese ofensa, la verdadera fe donde hubiese duda.

Por nuestra parte, junto al beato Juan XXIII, pidamos a Dios que ilumine también con su luz la mente de los que gobiernan las naciones, para que, al mismo tiempo que se esfuerzan por el justo bienestar de sus ciudadanos, aseguren y defiendan el don hermosísimo de la paz; que encienda las voluntades de todos los hombres para echar por tierra las barreras que dividen a los unos de los otros, para estrechar los vínculos de la mutua caridad, para fomentar la recíproca comprensión, para perdonar, en fin, a cuantos nos hayan injuriado. De esta manera, bajo su auspicio y amparo, todos los pueblos se abracen como hermanos y florezca y reine siempre entre ellos la tan anhelada paz.

Con esta invocación, pido que todos sean verdaderos trabajadores y constructores de paz, de modo que la ciudad del hombre crezca en fraterna concordia, en prosperidad y paz."

Puede encontrar el texto completo del Mensaje del Papa Benedicto XVI para la 46ª Jornada Mundial por la Paz 2013, en este enlace: http://www.aciprensa.com/Docum/documento.php?id=518