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Su obra es un ejemplo: recolección de alimentos para gente de la calle y cartoneros; taller para destejer y tejer prendas y convertirlas en frazadas para los carenciados; cooperación caritativa con Rabinos y Pastores, recepción de prendas y zapatillas para los hijos de los cartoneros de Chacarita y Villa Crespo, etc. Es el Párroco de la Parroquia de SAN BERNARDO ABAD o "IGLESIA DEL CRISTO DE LAS MANOS ROTAS" de Villa Crespo, mencionada reiteradamente por Leopoldo Marechal en "ADÁN BUENOSAYRES". Cito el pasaje de la noche en que los Angeles y Demonios luchan por el alma de Adán, agarrado a las rejas de la Iglesia:
"La iglesia de San Bernardo yergue su torre única en la noche: cerrada está la verja, desierto el atrio y sin más vida que la de sus palmeras desmelenadas al viento. Adán Buen
Las campanas del cielo han comenzado a redoblar, y redoblan a fiesta. Voces triunfales estallan en los nueve coros de arriba; porque vale más el alma de un hombre que toda la creación visible, y porque un alma está peleando bien junto a la reja de San Bernardo."
osayres se ha detenido allí, con el resuello agitado y el corazón batiente. Prendido a la reja, mira en torno suyo y escucha: nadie y nada: se han callado las voces y desvanecido las imágenes. Entonces la espesa nube de sus terrores, angustias y remordimientos estalla en un sollozo que lo sacude y ahoga, como la náusea de la curtiembre. Luego, sin abandonar la reja, levanta sus ojos hasta el Cristo de la Mano Rota; y permanece así, mirándolo y llorando suavemente:
"—Señor, confieso en ti al Verbo que, sólo con nombrarlos, creó los cielos y la tierra. Desde mi niñez te he reconocido y admirado en la maravilla de tus obras. Pero sólo me fue dado rastrearte por las huellas peligrosas de la hermosura; y extravié los caminos y en ellos me demoré; hasta olvidar que sólo eran caminos, y yo sólo un viajero, y tú el fin de mi viaje."
"Adán se interrumpe aquí súbitamente desalentado: le parece advertir que sus palabras interiores, lejos de ganar altura, se abaten como pájaros de arcilla no bien intentan remontar el vuelo. Y, entretanto, espadas angélicas y tridentes demoníacos han suspendido su contienda; porque llegó la hora en que Adán Buenosayres debe combatir solo."
"—Señor —insiste ahora en su alma—, también confieso en ti al verbo que, por amor del hombre, tomó la forma del hombre, asumió su infinita deuda y la redimió en el Calvario. Nunca me fue difícil entender el prodigio de tu encarnación humana y los misterios de tu vida y tu muerte. Pero en tristes caminos malogré y ofendí la inteligencia que me diste como regalo."
"Con los ojos puestos en el Cristo de la Mano Rota, guarda silencio Adán, esperando un signo inteligible, un solo eco de sus voces, la sombra de una comunicación. Pero no advierte señal alguna, como no sea el frío estelar que parece llover desde lo alto sobre su agonía. Entonces comienza en él un relajamiento más doloroso que la tensión. Adán ignora que mil ojos invisibles están llorando por él en las alturas, y que los de la espada, en torno suyo, han comenzado a mirarse y a sonreírse, como si desde la eternidad poseyeran un secreto inviolable. Y Adán intenta el último llamado:
"—Señor, ¡no puedo más conmigo! Estoy cansado hasta la muerte. Yo...
"—Señor, confieso en ti al Verbo que, sólo con nombrarlos, creó los cielos y la tierra. Desde mi niñez te he reconocido y admirado en la maravilla de tus obras. Pero sólo me fue dado rastrearte por las huellas peligrosas de la hermosura; y extravié los caminos y en ellos me demoré; hasta olvidar que sólo eran caminos, y yo sólo un viajero, y tú el fin de mi viaje."
"Adán se interrumpe aquí súbitamente desalentado: le parece advertir que sus palabras interiores, lejos de ganar altura, se abaten como pájaros de arcilla no bien intentan remontar el vuelo. Y, entretanto, espadas angélicas y tridentes demoníacos han suspendido su contienda; porque llegó la hora en que Adán Buenosayres debe combatir solo."
"—Señor —insiste ahora en su alma—, también confieso en ti al verbo que, por amor del hombre, tomó la forma del hombre, asumió su infinita deuda y la redimió en el Calvario. Nunca me fue difícil entender el prodigio de tu encarnación humana y los misterios de tu vida y tu muerte. Pero en tristes caminos malogré y ofendí la inteligencia que me diste como regalo."
"Con los ojos puestos en el Cristo de la Mano Rota, guarda silencio Adán, esperando un signo inteligible, un solo eco de sus voces, la sombra de una comunicación. Pero no advierte señal alguna, como no sea el frío estelar que parece llover desde lo alto sobre su agonía. Entonces comienza en él un relajamiento más doloroso que la tensión. Adán ignora que mil ojos invisibles están llorando por él en las alturas, y que los de la espada, en torno suyo, han comenzado a mirarse y a sonreírse, como si desde la eternidad poseyeran un secreto inviolable. Y Adán intenta el último llamado:
"—Señor, ¡no puedo más conmigo! Estoy cansado hasta la muerte. Yo...
Las campanas del cielo han comenzado a redoblar, y redoblan a fiesta. Voces triunfales estallan en los nueve coros de arriba; porque vale más el alma de un hombre que toda la creación visible, y porque un alma está peleando bien junto a la reja de San Bernardo."
Las donaciones pueden realizarse en la sede de la Parroquia ubicada en Gurruchaga 171, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Tel. 4854-0789.
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